Mientras la Covadonga cumplía una inspección en la bahía de Chancay, el Capitán de Corbeta Pablo de Ferrari, comandante de dicho buque, se acerco con su buque a 500 metros de la playa para bombardear la línea del ferrocarril.
Cumplida su misión, al retirarse divisó dos lanchas enemigas a corta distancia de tierra. Cumpliendo con las instrucciones que tenia de bombardear cualquier nave enemiga que se pusiera en movimiento, comenzó a disparar sobre ellas. El grueso de sus fuegos cayo sobre la embarcación de mayor tamaño hundiéndola, dejando intacta la más pequeña.
El comandante de Ferrari, al apreciar que se encontraba desierta, pensando que había sido abandonada por sus tripulantes por el ataque, ordena a uno de sus oficiales arriar un bote y dirigirse a el con gente armada por si se tratara de una trampa. Al llegar estos al costado de la embarcación pequeña y revisarla, no encontrando nada sospechoso en ella, dan aviso a su comandante que no existía peligro.
El comandante de la Covadonga, entonces ordeno remolcarla junto a su buque.
La explosión fue tan grande que hizo pedazos el casco de la heroica corbeta chilena, la cual se hundió solo en tres minutos, pereciendo ahogados su comandante y noventa hombres de su tripulación.
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